viernes, 10 de enero de 2020

Historia del mtb, los inicios.

Esto es una recopilación de artículos y fotos sacados de internet de la cual os pongo primero de todo los enlaces para que podais leer al autor de cada uno. En alguno de ellos se ha eliminado parte de la publicación por considerarlo poco relevante, ya que se trataba de "anécdotas personales" del autor. También se han añadido a modo de ilustración, alguna foto cuando se hablaba de una persona o lugar.
Clunkers , Los friki reportajes, repack course,  
Historia de la btt
Los clunkers "punta de lanza", por que había muchos mas,  Tom ritchey, Charlie kelly, Joe breeze y Gary fisher. Forums - Mtbr.com
Los clunkers hoy en dia.Bike Neuheiten 2015 Part #3 - Foto 40 / 41

Descenso RepackSigned "Repack" Posters | #1851517064


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Historia de la BTT
Por Luis Martinez 18/01/12 
Las bicicletas de montaña o BTT, nacieron en EEUU, en los años 70, como una modificación de las clásicas bicis de carretera, y rápidamente se convirtieron en toda una moda entre los atrevidos jóvenes estadounidenses.
Los americanos llevaban montando en bici por los caminos desde los años 30, cosa nada extraña, porque aquí en España sin ir más lejos, las bicis también circulaban por los caminos, principalmente porque no había carreteras. Pero lo que significó un cambio importante, y de eso fueron responsables los americanos, fue que a alguien se le ocurrió montar ruedas de balón grande en lugar de las tradicionales cubiertas finas. Cuando se montaron cubiertas de 26x2,1 pulgadas en las bicis, que hasta entonces habían sido de paseo, fue cuando empezó a cambiar el modo de ver la bici como un simple medio de transporte.

Por aquel entonces ya corrían los años 70 en la soleada California, concretamente en Marin County

https://brokeassstuart.com/sf/2019/09/16/the-bay-areas-housing-crisis-could-be-alleviated-by-developing-marin-county/
Un condado al norte de San Francisco, que en aquella época era un hervidero de nuevas ideas que había traído el movimiento contracultural "hippie" de los 60 y los 70. Las bicis de moda eran las de carretera, y la gente joven las utilizaba mucho como medio de transporte "alternativo". Los inquietos jóvenes de Marin County y San Francisco en seguida comenzaron a experimentar con sus bicis, en un momento en el que se vivía un gran entusiasmo por todo lo que tuviera que ver con las cosas nuevas, los inventos caseros y la improvisación en los garajes de las casas. No es casualidad que en el San Francisco de esos años unos jóvenes con barba y pelo largo, comenzaran a inventar máquinas que con el tiempo se llamarían ordenadores personales.

En 1971 ya se comenzaron a reunir algunos amigos de los pueblos de Marin County para disputar carreras. Las primeras carreras se organizaban en Mount Tamalpais, un lugar que ya conocían los más atrevidos a rodar en bici por el campo. Las bicis que se utilizaban en estas carreras eran las mismas de los años 30 y 40, pero con cubiertas de balón gordo. ¿Y qué es lo que hacían estos pioneros con sus "locas" BICICLETAS NUEVAS? Nada menos que descensos. Así es, las primeras experiencias de estos chicos con lo que se pueden llamar "las abuelas de las mountain bikes", fueron los descensos. Gente como Marc Vendetti, John York, Tom Slifka, o Kim Kraft, se pasaban la semana modificando sus trastos para tirarse luego por los montes, a ver si aguantaban. Aquellos experimentos eran una novedad divertida para todos ellos, que incluso aprovechaban para dejar a un lado la vestimenta típica que utilizaban con sus bicis de carretera, y la sustituían por unos Levi's y unas botas de montaña.


Durante 1974 y el 76, Otis Guy, Marc Vendetti y un joven Joe Breeze, salían por el monte con viejas Schwinn de una sóla velocidad, y organizaron estas carreras en Marin County. En una de ellas, en el 74, vinieron unos hombres de la población de Cupertino, en el condado de Santa Clara, unos 90 km al sur de San Francisco. La misma donde nació Apple. Estos tipos dejaron alucinados a todos los demás en la carrera, porque habían montado en sus bicis un sistema de cambio de marchas que se accionaban con el dedo gordo desde el manillar, y frenos de tambor sacados de una moto. Entre los alucinados por esas bicis estaban un tal Gary Fischer, Charly Kelly, Otis Guy y Joe Breeze.

Los primeros artefactos y las carreras Repack.

Con las primeras carreras en marcha, en seguida comenzaron a fabricarse las primeras bicis de 18 velocidades y ruedas gordas en los garajes de estos tipos manitas. Las Breezers de Joe Breeze fueron de las primeras mountain bikes, que también se denominaban "klunkers" o "ballooners", por el tamaño de sus cubiertas.
https://www.bikemag.com/videos/meet-the-maker-joe-breeze/
A finales de los 70, ya se podía decir que existía un movimiento de mountain bikers en Marin County, y también en algunos puntos aislados de los Estados Unidos, e incluso en otros lugares, como Inglaterra. En 1978 se fundó la primera publicación dedicada a las BTT: el Co-Evolution Quarterly. Uno de los que más participaron en este tema fue Charly Kelly.

Como los estadounidenses tienen buen olfato para el negocio, en el mismo momento en que aparecieron las primeras publicaciones en prensa sobre estas bicis, las tiendas de bicicletas de la zona comenzaron también a interesarse en el tema. Comienzan a hacer pedidos a gente como Joe Breeze, Mert Lawwill o Don Koski, muchas veces modificando la geometría de las viejas Schwinn Varsaty y con la ayuda de soldadores de cuadros de motos.

Con unos cuantos cientos de bicis vendidas, en 1978 seis aficionados de Marin County se van de viaje a un sitio de las montañas de Colorado donde se venía celebrando una ruta anual desde 1976, y donde parecía haber otro grupo de gente que había empezado a utilizar bicis de montaña Ese lugar no era ni más ni menos que Crested Butte, y la ruta, la First Annual, que llevaba desde Crested Butte hasta Aspen. La gente de este pueblecito perdido en las Montañas Rocosas llevaba haciendo lo mismo que los amiguetes de California desde hacía dos años. La ruta del Pearl Pass Tour se sigue celebrando hoy en día.

En enero del 79, Joe Breeze y Otis Guy van a visitar a un amigo que vivía en los alrededores de San Francisco. Se ganaba la vida construyendo cuadros de carretera y de tándem por encargo desde que tenía 15 años. Además era un buen ciclista, así que fueron a pedirle consejo. Su nombre: Tom Ritchey.
https://alchetron.com/Tom-Ritchey#-
Breeze le mostró a Ritchey su cuadro para ver qué podía hacer para modificar las vainas traseras, pero en cuanto Ritchey vio el artefacto que se había hecho Breeze, se le iluminó la cara. El nuevo concepto de ruedas de 26x2,1 fue fascinante para Ritchey, que hasta entonces lo máximo que había visto eran unas "mastodónticas" 26x1,3 pulgadas, que las venían utilizando una peña inglesa llamada la Rough Stuff Fellowship.

El tiempo iba pasando, y las bicis singlespeed iban transformándose en otras con cambio y desviadores. La primera carrera oficial de mountain bike tuvo lugar el 21 de octubre de 1976 en la Pine Mountain, y fue una carrera de descenso por un monte de casi 4 km. Estas carreras comenzaron a llamarse Repack, ya que cada vez que hacían una bajada, los pilotos tenían que engrasar y cambiar los frenos, ya que se les "evaporaban" en cada bajada.

Desde el 76 al año 84 se celebraron 24 carreras de Repack. Joe Breeze ostentó el record de victorias, con 10, y el tiempo más rápido en la bajada lo tuvo Gary Fischer. Las chicas también se apuntaron a hacer descenso, y la pionera en esto fue Wende Cragg. Las carreras de Repack unieron a toda la comunidad de bikers de la zona, y se comenzó a generar mayor interés en estas bicis. Para entonces, y sobre todo para el tipo de carreras y rutas que hacían, las viejas bicis de cuadros modificados ya no servían porque se rompían con frecuencia. Era hora de hacer cuadros específicos.

Joe Breeze comenzó a vender cuadros en octubre del 77 y junio del 78. Se llamaban con el original nombre de Breezers, y se vendían a 750 dólares cada una. Todos los cuadros tenían la peculiaridad de un tubo diagonal curvado que cruzaba desde el tubo de dirección hasta el de sillín.

CALIFORNIA DREAMS: DE CÓMO NOS HICIMOS UN POCO “CLUNKERS”.
A poco que nos pongamos a rascar en la historia de la tecnología digital, esa que ahora inunda casi completamente nuestra vida y que entre otras muchas cosas ha disparado exponencialmente el efecto de la globalización, casi la mitad de las pistas nos llevan a California, y más concretamente al área de la Bahía de San Francisco. Sin desmerecer lo que de forma casi simultánea ocurría en el entorno de la costa este (incluyendo las aportaciones que provenían de Seattle u otros lugares), Palo Alto, Silicon Valley, el condado de Marin y un creciente espacio no del todo definible ubicado alrededor de la mencionada bahía californiana se fue erigiendo en escenario de una compleja sucesión de circunstancias causa-efecto que acabaron generando parte de la tecnología vigente y expandida de los ordenadores, Internet, los móviles, etc. Según parece, el profesor Frederick Terman (Universidad de Stanford) tuvo la brillante idea de buscar una zona residencial asequible en la que la institución pudiera ofrecer oportunidades de vivienda y un estimulante entorno de trabajo de innovación para jóvenes investigadores y emprendedores que, apoyados con capital riesgo, fueran tejiendo una verdadera red de conocimiento, creatividad y desarrollo tecnológico. Esto, que ahora mismo suena a rabiosa actualidad, sucedía a finales de los años 40 y principios de los 50. Los nombres de Hewlett y de Packard, fueron de los primeros en vincularse con el fenómeno, al igual que muchas personas saltando entre Bell, Intel y otras diversas iniciativas que a partir de aquel efecto catalizador empezaron a surgir. Tal entorno fue en el que más tarde surgiría el nacimiento y desarrollo de Apple, cuya sede original, de hecho, está localizada en Cupertino. Apple tuvo su primer éxito, gracias a su ordenador personal Apple II, en la década de los años 70, algo que quizás no hubiera sido posible sin tanta actividad previa.
La fertilidad del asunto parece obvia si tanteamos la fecha y ubicación de la fundación de Google o Facebook (por poner dos ejemplos muy mediáticos): ambas en Menlo Park (Palo Alto) en los años 1998 y 2005 respectivamente. No es todo este asunto un tema que me apasione y del que tenga más conocimientos que un ciudadano cualquiera que haya visto un par de películas o haya leído algunas noticias o artículos sueltos sobre ello, lo que sí parece sucedernos a todos al pensar en aquello es que lo asociamos con ambientes universitarios, culturas de emprendimiento virgen, creatividad aplicada a las pasiones del conocimiento personal, garajes particulares y cierto carácter “underground” e independiente, probablemente heredado de los efectos de la generación “beat” y aquella “contra-cultura” musical, literaria y hasta, en cierto modo, deportiva.
No muy lejos de allí, siguiendo la costa hacia el sur, también en la década de los 70, podríamos hacernos llegar hasta Venice (Santa Mónica). Un lugar en el que la burbuja inmobiliaria del sueño californiano dejó una especie de esperpento urbanístico que, pretendiendo reproducir una especie de Venecia en formato de Sueño Americano, plantó una buena cantidad de residencias con piscinas en forma de alubias, muchas de las cuales nunca fueron utilizadas o incluso tempranamente abandonadas. El lugar acabó convertido en una zona deprimida en la que parte de la sub-cultura surfista más salvaje y radical encontró su ecosistema de desarrollo. Y a su sombra, sobreviviendo con cautela y con los ojos muy abiertos, varios niños y adolescentes empezaron a emular a sus vecinos más mayores, cabalgando sobre sus “skateboards” (monopatines) en un estilo similar al que observaban hacer sobre las olas. Varios miembros del grupo de chavales que se reunían en “Dogtown” (como ellos llamaban a su entorno urbano), si bien eran realmente surfistas, empleaban gran parte de su tiempo sobre ruedas porque las peligrosas y difíciles condiciones de las olas en la zona ofrecían pocos momentos para la práctica del surf. Su punto principal de reunión era “The Cove” en el “Pacific Ocean Park” y la tienda “Zephyr Surfboard”, bajo el auspicio de la cual fundaron en 1974 un equipo de surf de niños denominado “Z-boys”. Sin embargo, un año después, ante la posibilidad de crecer en número de miembros con algunos otros chavales completamente dedicados al “skateboarding”, decidieron centrarse en la modalidad asfáltica de la tabla. Tony Alva, Stacy Peralta, Jay Adams, Adrian Reif, Allen Sarlo, Bob Biniak, Chris Cahill, Jim Muir, Nathan Pratt, Paul Constantineau, Peggy Oki, Shogo Kubo y Wentzle Ruml IV; son los nombres de los primeros miembros de la formación, a la que posteriormente se fueron uniendo otros. Su práctica era de estilo callejero: derrapando, saltando, “carveando” superficies, descendiendo cuestas y jugando con los peraltes como si surfeasen el pavimento, e incluso empleando sus manos en contacto con el asfalto. También experimentaban introduciéndose en las piscinas vacías de las urbanizaciones, buscando nuevas posibilidades y verticalidad.
Otoño, 1977 en Fairfax antes de la salida de la primera carrera de Enduro promovida por Alan Bonds. De izquierda a dercha: Fred Wolf, Wende Cragg, Mark Lindlow, Robert Stewart, Chris Lang, James Preston, Ian Stewart, Charlie Kelly, Gary Fisher, Joe Breeze, Eric Fletcher, Craig Mitchell, John Drum, Roy Rivers, Alan Bonds. (Imagen: Jerry Riboli).
En 1975, aprovechando la celebración del famoso campeonato “Del Mar Nationals” en California, el equipo debutó ante el resto de competidores de la vieja escuela que basaba sus demostraciones en ejercicios estilísticos comedidos y artísticamente muy ortodoxos (“figuritas” sobre plano). Para los jueces la irrupción de los “Z-boys” fue un shock total. Los “macarrillas” se llevaron gran parte de los títulos en juego gracias a que, ante las dudas y sorpresa del jurado, sus evoluciones encendieron completamente a un público asistente que alucinó con aquella revolución. A partir de ese momento nació el “skateboarding” moderno y se revolucionó la modalidad a todos los niveles: técnicas, escenarios y estilos de desempeño, cifras de practicantes, presencia en los medios, popularidad, evolución del material, expansión del territorio, oportunidades de negocio y… ¡globalización!, a ritmo mucho más lento que el actual, pero globalización en toda regla. Algunos de aquellos chavales se convirtieron en estrellas a las que seguí la pista durante unos pocos años, otros lograron hacer acertados negocios con su deporte y labrarse un buen porvenir a su costa, y hubo quien… hasta pasó por la cárcel. Cosas de los ambientes marginales.
Joe Breeze en pleno descenso sobre la primera bicicleta que se construyó completamente ex-profeso. (Imagen de: Wende Cragg; Rolling Dinosaur Archive).
Aunque los dos fenómenos descritos acabaron generando impactos de dimensiones no comparables, mantuvieron algunas claves muy parecidas: época, raíces culturales con algunos puntos en común, filosofía innovadora, creativa y hasta rebelde, ambiente de interacción cooperativa y un entorno geográfico bastante próximo. Todas ellas variables que también se dieron en el fenómeno del que pretendo ocuparme ahora: el nacimiento del Mountain Bike (MTB).
Fairfax es una localidad situada en el Condado de Marin, al norte de la Bahía de San Francisco. Allí, en la década de los setenta, había un grupo de jóvenes muy enganchado con la práctica del ciclismo. La crisis petrolífera de la década había generado cierto boom del uso de la bicicleta en los EEUU, y California parece ser que acabó siendo uno de los estados en los que más cuajó. Entre los chavales de Fairfax había tanto aficionados a las carreras ciclistas, como practicantes ociosos en calles y alrededores. Y algo fue cuajando progresivamente entre ellos de forma que, en sus escarceos, reuniones informales y citas, la querencia hacia el campo, las montañas y lo salvaje fue destacándose cada vez más, así que poco a poco comenzaron a acondicionar sus bicicletas para hacerlas lo más efectivas posible para condiciones de “off-road”. Así pues en aquella zona se fue configurando una comunidad de apasionados practicantes de un ciclismo alternativo que disfrutaba tanto del mero hecho de montar en bici, jugando por recorridos cada vez más complicados, como del cacharreo que la preparación de sus máquinas requería. Dicha comunidad pronto recibiría el apodo de “Clunkers” y no pasaba de unos doscientos implicados en sus orígenes. Su apariencia estaba muy alejada de lo que cualquier otro ciclista de la época, en cualquier otra parte del mundo pudiera mostrar. Los “Clunkers” montaban en pantalones tejanos, con calzado cómodo informal y con camisetas, chupas vaqueras o las clásicas camisas de cuadros estilo leñador, y evidentemente, sin casco. Eran “hijos” del movimiento Hippy.

En las diferentes narrativas que con posterioridad han ido apareciendo, tratando de describir o ilustrar aquel fenómeno incipiente, son varios los nombres propios que surgen de forma fija en todas ellas ocupando los principales papeles de protagonismo. Parece ahora buen momento para recordar algunos de ellos:
Gary Fisher en acción sobre una Schwinn modificada y en retrato de años más tarde. (Imagen: “Mountain bike book” Ch. Kelly & Nick Crane).
Joe Breeze figura como una de las referencias mencionadas por todos los implicados. Entre sus méritos destacados, además de estar siempre allí, involucrado en la vorágine del movimiento, aparecen referencias de haberse demostrado como uno de los más rápidos en los diferentes descensos del Monte Tamalpais, así como el hecho de ser considerado como el más capaz preparador y constructor artesanal de las bicicletas más apropiadas. Da la casualidad que, además de todo eso, era un gran aficionado al esquí alpino, detalle por el que siento especial simpatía.

El tándem Gary Fisher & Charlie Kelly es sin embargo el factor humano más reconocido como germen de todo el movimiento. El primero de ellos (habiendo sido anteriormente corredor de ciclo-cross) también ha conservado durante largo tiempo una de las mejores marcas en aquel mencionado descenso. Fisher tuvo la visión comercial suficiente como para sacar partido de lo que allí surgió, y de ello derivó su posterior marca de bicicletas así como otras actividades promocionales que le depararon mucha fama y prestigio. De todas maneras, los inicios de su actividad emprendedora fueron en asociación con Kelly. Este segundo parece que era un “espíritu libre” en varios sentidos: patinador y “skateboarder” en su juventud, alternó el trabajo en su propio negocio especializado en la mudanza de pianos, con su rol de jefe de ruta del grupo de rock “Sons of Champlin” (a caballo entre los años 60s y 70s por la zona de San Francisco… ¡pónganse ustedes a imaginar!). De ahí que resulte fácil de comprender que su papel en toda esta historia fue más de dinamizador participante, promotor inicial de quedadas, narrador (o trovador) del fenómeno y relator a través de algunos escritos para revistas. Y de hecho, acabó fundando un fanzine específico del fenómeno, que en realidad podría ser considerado como la primera revista especializada sobre bicicleta de montaña: el “Fat Tire Flyer”. Lo que al principio fue una sociedad surgida de una amistad e interés común entre ambos personajes, no tardó en disolverse, probablemente por una cada vez mayor discrepancia de motivaciones, intereses y visiones.

Charles Kelly durante la “Repack” de 1976. Aunque casi nadie utilizaba casco en los inicios, Charly empleaba guantes de trabajo, rodilleras y coderas, fruto de su cultura de origen del “skateboard”. (Imagen: Larry Cragg).
Wende Cragg con la primera “clunker” que le prepararon los amigos. (Imagen: Rolling Dinosaur Archive).
Wende Cragg fue otro personaje muy destacable. Además de ser una de las escasísimas mujeres que formaron parte de aquel movimiento, estuvo involucrada desde el principio de todo y sin faltar a la cita durante años, a casi ninguno de los “saraos” que se fueron sucediendo. Gracias a su costumbre de ir cargando a todas partes con su cámara de fotos, fue la autora de casi todas las instantáneas de la época y nos permite ahora disfrutar de un buen acopio de documentación gráfica. Empezó con los pioneros (¡fue una pionera!) por pura amistad. La primera vez que salió a dar una vuelta regresó poco convencida por lo pesada que le resultaba la bicicleta, pero poco a poco se fue enganchando y acabó tirándose dos años explorando la zona de las colinas de los alrededores de Fairfax porque no tenía nada que hacer y además vivía al lado. El plan más habitual era que utilizaban las bicis para buscar su espacio de libertad y esparcimiento de juventud. Como para irse de “fiesta”. Se llevaban bocadillos, cerveza e incluso al perro. Y trataban de disfrutar recorriendo la zona natural y echando risas en cualquier paraje que les apeteciera. Pero todo aquello fue más allá. Para ella (y para varios más) se convirtió en una forma de vida que aportaba libertad y plenitud. Le cambió la vida. Anteriormente había patinado sobre ruedas. Lo había hecho desde que se levantaba hasta que se acostaba. Por puro placer y a tope. Con la bici le acabó pasando lo mismo, pero además en plena naturaleza y con sensaciones nuevas y mucho más radio de acción.

Bicicleta utilizada inicialmente por Joe Breeze. Una Schwinn de 1941. Llevaba un freno de tambor delantero añadido y una barra extra de refuerzo que unía ambos cuernos del manillar. (Imagen: FSO Museum).
Bicicleta de Gary Fisher sobre base Schwinn de 1941. Incorporaba freno delantero de tambor añadido, desviadores de cambio delantero y trasero, y cableado y manetas de frenos de moto. (Imagen: FSO Museum).
 Muchos de los observadores externos de la época y de los años inmediatamente posteriores al nacimiento del fenómeno del Mountain Bike nos hicimos una idea, en cierto modo incompleta, de que aquella gente se dedicaba casi únicamente a disfrutar de los descensos por pistas no asfaltadas. Esa no era la realidad. Su diversión se repartía en todo tipo de trazados y recorridos ciclistas de montaña. De hecho, lo consideraban como una modalidad propia, muy exigente a causa de los ascensos, las dificultades del terreno, etc. descender era tan sólo una parte de la diversión, y su visión del deporte al completo iba de la mano de una concepción atlética de la vida. Lo que pasó es que su quedada más famosa y organizada era un descenso que los reunía anualmente para disputarse, en formato contrarreloj y con toma de tiempos incluida, la bajada al mencionado Monte Tamalpais. Aquel descenso informal competitivo fue bautizado como la “Repack”. La apelación de origen evoca altas dosis de romanticismo entre todos aquellos aficionados que hayan estado algo atentos al nacimiento del fenómeno de la bicicleta de montaña (BTT). La “Repack” era un descenso en el que los participantes partían de uno en uno con una toma de tiempos que quedaba registrada a puño y letra en un cuaderno. Las salidas eran distribuidas en supuesto orden inverso al nivel de los implicados: novatos al principio, peores tiempos conocidos después y los más rápidos hacia el final. El descenso llevaba casi cinco minutos en el caso de los más rápidos. Se celebró por primera vez en 1976, y por última en 1984. Año tras año fue teniendo mayor eco e incrementando la participación y la expectación, hasta convertirse posteriormente en un evento formal en toda regla, ya bastante alejado del espíritu naif pionero. El nombre de “Repack”, hace referencia a la necesidad de sustituir y re-envasar el lubricante de los bujes traseros con freno de tambor a contrapedal tras una larga bajada de montaña, al quemarse el aceite por el sobrecalentamiento producido por tanta sucesiva y sostenida fricción interior. Hay que recordar que muchos de aquellos bujes originales procedían de la patente norteamericana de New Coaster de 1898.

Charlie Kelly era quién dirigía la organización de la “Repack” y quién custodiaba las clasificaciones en su cuaderno. Esta es la primera página de la 5ª prueba celebrada en el primer año (1976). Pues el éxito inicial les hizo celebrar varias muy seguidas porque siempre había gente que se enteraba algo más tarde. (Imagen: sonic.net/~ckelly/Seekay/repack_results.htm).


En el año 1978 un tal Richard Nilsen escribió un peculiar artículo publicado en “Co-Evolution Quarterly” en el que se refería (en realidad descubría para el resto del país) a la existencia de esa especie de tribu de marginales practicantes de un ciclismo campestre, y lo titulaba “Clunker Bikes”. Un punto importante de aquello fue que, entre otras cosas, el reportaje sirviera a los practicantes californianos para saber que no estaban solos, ya que resultaba que en una olvidada población de las Rocosas en Colorado otra gente tenía unas costumbres ciclistas hasta cierto punto parecidas. Así que unos pocos (muy volcados) del condado de Marin (Kelly, Breeze, Fisher, Castelli y Wende Cragg) decidieron desplazarse 1000 millas y plantarse allí para conocer el ambiente de las Rocosas participando en la denominada “Crested Butte to Aspen Klunker Tour” (El tour ciclista de Crested Butte hasta Aspen). Se trataba de una excursión grupal de dos días, con acampada en un paraje a más de 3000 metros de altitud  (Cumberland Basin), e incluyendo el Pearl Pass (3871 m) durante el recorrido. Una distancia geográfica de 35 millas línea recta (un rodeo de más de 100 por carretera) que se acometía utilizando pistas forestales y diferentes combinaciones de trazados. La actividad reunía a toda la población practicante de Crested Butte y a unos pocos vehículos de 4x4 que ejercían de asistencia y de portadores del material de acampada. La primera edición databa de dos años antes (1976) y surgió como respuesta colectiva cuando los parroquianos del Grubstake Saloon se quedaron perplejos ante la inesperada aparición de una excursión de moteros de campo procedente de Aspen. Hay que decir que en aquella época Crested Butte venía a ser una especie de población pobre y olvidada, con dedicación casi exclusiva a labores forestales y de lucha contra incendios, mientras que Aspen representaba la crema y el glamur asociados con la práctica y el turismo de los deportes de invierno. Así pues, “su excursión” resultó de lo más icónica, con su indumentaria habitual de pedaleo (ropa vieja, sucia y rota, nada específica) y sus bicicletas de tipo “chopper” poco o nada adaptadas. Los de Colorado no habían evolucionado apenas en el tratamiento de sus monturas porque la mayor parte de su entretenimiento ciclista se desarrollaba hasta entonces en el caso urbano, con alardes, saltos en rampas improvisadas, etc. Décadas después Crested Butte acabaría convirtiéndose en una de las capitales mundiales del Mountain Bike.

Preparados para la 2ª edición en Crested Butte, en 1978. (Imagen: Wende Cragg).
Foto de grupo de 1978 en el Pearl Pass. (Imagen: Wende Cragg).
 
Recapitulando ligeramente el fenómeno, desde el punto de vista de la industria de la bicicleta, y de la mano del legado descrito por Ch. Kelly, todo empieza en 1976 con la fabricación de una bicicleta específica por parte de Craig Mitchell por encargo del propio Charles Kelly. Ambos eran amigos y en la bici en cuestión se tuvieron en cuenta buenas ideas, pero el resultado no fue el esperado y decidieron desmontarla. Al año siguiente (1977) fue Joe Breeze quién se fabricó una que enseguida fue también encargada por Kelly y acabó teniendo que ser replicada hasta en diez unidades. Montaba frenos tipo cantiléver, manillar plano y manetas de moto. Lo peor era la escasez de disponibilidad de surtido de llantas y neumáticos apropiados. Aquella es probable que pueda ser considerada como la primera BTT específicamente diseñada desde cero. Posteriormente Breeze desarrollaría su propia marca de bicicletas que aún existe hoy en día: Breezer.

Varias “Clunkers” pioneras expuestas en el Marin Museum of Biking. (Mike T. – yelp.com)
Joe Breeze posa con la primera de sus 10 unidades fabricadas artesanalmente. (Imagen: Wende Cragg).
En 1979 fueron los hermanos Don y Erik Koski quienes pusieron en marcha su propio intento. Con fallos de construcción el resultado no cuajó, aunque desde entonces el segundo de ellos continuó preparando bicicletas, diseñando horquillas irrompibles, importando material adaptable y vinculado al desarrollo de la BTT. Entretanto, Breeze y Otis Guy se estaban preparando para una tentativa del récord Coast to Coast en bicicleta. Pensaban acometerlo en tándem y para ello encargaron uno al constructor artesanal de bicicletas Tom Ritchey, residente a unas 50 millas de Marin. Hay que decir que para entonces, el propio Ritchey, ajeno al fenómeno de los “Clunkers”, se había construido una bicicleta de corredor basada en la tendencia de bastantes cicloturistas europeos que apostaban por ruedas de 650. La idea de Tom era la de gozar de una bici con prestaciones aceptables pero a la vez resistente y utilizable por caminos. Cuando Breeze le enseñó la suya, el contacto vital quedó establecido. Ritchey empezó con una tirada de tres bicicletas con ruedas de 26 pulgadas: una para él, otra para Fisher y la tercera para un amigo de Gary. La vena promocional de Fisher parecía despertarse y encargó otras dos bicicletas a Jeffrey Richman, las cuales también consiguió vender enseguida. Fisher y Kelly se asociaron y fundaron “Mountain Bikes”, aunque por algún error administrativo perdieron los derechos sobre el nombre que perduraría como denominación genérica hasta nuestros días. Encargaron cinco bicicletas más a Ritchey, que vendieron de nuevo con facilidad. El proceso se organizó de manera que Ritchey fabricaba los cuadros, mientras que Fisher y Kelly los montaban con piezas y los vendían. Todo ello se llevaba a cabo en sus casas y con precios muy elevados. Enseguida llegaría la utilización en un local y la dedicación formal plena.

Primera bicicleta de montaña Ritchey (1979). (Imagen: SFO Museum).

  Al principio siempre habían utilizado bicicletas antiguas modificadas a base de incorporar (en algunos casos) un freno de tambor delantero, y un manillar y maneta de moto. El añadido de desviadores de cambio se les había ocurrió en 1974, tras ver las bicicletas de ciclo-cross que Russ Mahon y otros corredores de Cupertino llevaron a Mill Valley para el “Campeonato de ciclo-cross del Oeste”, compitiendo bajo el apodo “Morrow Dirt Club”.
La industria ciclista hacía caso omiso de todo este proceso pese a ser cada vez más consciente de su existencia a causa de la prensa. Sin embargo no supieron verlo claro o no les pareció que fuera a cobrar verdadera relevancia. El primero en hacer un poco de caso fue precisamente Schwinn (cuyas bicicletas habían sido base del asunto). Se percató de la creciente dimensión al comprobar el crecimiento de la demanda de sus componentes y reaccionó lanzando un modelo “Cruiser”, algo influenciado por las modificaciones habituales entre los “Clunkers”. Entretanto, el fenómeno BMX tomaba fuerza y consistencia generalizada con ampliación de mercado, tanto en medidas de rueda de 24 como en 26 pulgadas. Gracias a ello los primeros constructores artesanos de bicicletas de montaña pudieron ampliar sus recursos de componentes (ya hacia el año 1979) con mayor variedad también en neumáticos y llantas.
Tom Ritchey en una de sus primeras bicicletas de montaña. (Imagen: “Muntain bike book” Ch. Kelly & Nick Crane).
Las primeras bicicletas de montaña hacen su presentación pública industrial en 1980 en el “Long Beach Bike Show”. Allí se presentan un par de modelos “off-road” de estilo BMX y “Cruiser”, además de la bicicleta de montaña Ritchey y otra de los hermanos Koski. A raíz de aquella presencia, Specialized compra cuatro unidades a Tom Ritchey como punto de partida para estudiar la posible fabricación de futuros modelos propios. Para 1981 la participación aumenta hasta quince modelos, erigiéndose Ritchey en la tendencia a seguir, tanto en diseño como en selección del equipamiento a montar en las bicicletas. Specialized debuta con su Stumpjumper, convirtiéndose en la primera bicicleta de montaña fabricada en serie.
Respecto a la respuesta de los grandes fabricantes hay que destacar que mientras en Europa se dormían en los laureles y mostraban una actitud indiferente o incluso casi despectiva ante toda aquella efervescencia creativa, por más de uno considerada ridícula, absurda o hasta irreverente, en Japón poco a poco la cuestión fue inicialmente observada y en seguida atendida con mucho mayor interés. No debería por tanto sorprendernos de que la tubería Tange, tan desconocida en la fabricación de bicicletas de carretera europeas, fuera de lo más habitual entre las marcas americanas de BTT. En cuanto a los grupos de componentes, tanto Shimano como Suntour, debutaron en 1982 sacando al mercado los primeros grupos específicos para BTT de la historia.
De Tom Ritchey hay que decir que fue en sus bicicletas en las que se basó Specialized, por lo que representa una pieza fundamental en todo este engranaje. La casualidad quiso que varios de los principales “Clunkers” originales contactaran con él. Su cercanía geográfica facilitó la interacción y su oficio aportó mejor construcción artesana y numerosas invenciones. Supo integrarse totalmente en el fenómeno y enseguida formar parte de él. Con el tiempo salió bastante bien parado desde el punto de vista económico y profesional, y con posterioridad ha continuado implicándose en aventuras ciclo-alternativas, tanto de diseño de construcción, como de dinamización de proyectos. Por ejemplo fue una pieza clave para el desarrollo del ciclismo competitivo en Ruanda, tal y como se cuenta en “La tierra de las segundas oportunidades”, de Tim Lewis (Libros de Ruta).

En cuanto a Gary Fisher, por muchos conocido como el “padre del Mountain Bike”, hay que reconocerle ese mérito porque estuvo “allí” y de forma muy activa desde el principio. Pero tal honor debe compartirlo con otros “clunkers” originales, en especial con Kelly, Breeze y alguno más. Probablemente fuera él quien estuviese más dotado de un acertado instinto comercial y más efectiva visión empresarial, lo que a la postre cristalizó en la creación de su propia firma de bicicletas Gary Fisher, de gran prestigio en el mundo del BTT. Por otro lado, durante años demostró ser un gran “biker” y a día de hoy su récord personal de la Repack sigue siendo un tiempo extraordinario. En el año 1993, su empresa atravesaba unos momentos francamente difíciles y fue adquirida por Trek para conservarla como marca propia de prestigio y alta gama en BTT. Aquello salvó el nombre y ha permitido a Fisher seguir dedicado profesionalmente al mundo de la MTB como asesor técnico de los nuevos propietarios, diseñando mejoras en las bicicletas, participando en eventos y poniendo en marcha proyectos de muy diferente índole. Su ingenio técnico y visión comercial siguen en forma, como demuestra el hecho de que haber sido quizás el principal precursor de la implantación de las ruedas de 29 pulgadas en el actual escenario BTT.
Tom Ritchey posando en su taller casero en una foto reciente. (Imagen: flowmountainbike.com/post-all/n1no-huntforglory-chapter-5-in-search-of-the-beginning).
Retomando la historia industrial donde la dejamos hace un momento, se hace imprescindible introducir en escena a Mike Sinyard. Él fue el fundador de Specialized y continúa siendo su director ejecutivo en la actualidad. En lo que a nuestro relato se refiere, Specialized entró en la trama con aquella compra de cuatro unidades a Tom Ritchey. A partir de ahí, en el año 1980, saca una primera serie de su mítica Stumpjumper y vende 450 bicicletas en un suspiro. El papel de Jim Vers como responsable principal de fabricación y desarrollo fue fundamental en aquellos primeros años. En lo que acto seguido fue convirtiéndose la marca es algo bastante conocido, y representa uno de los mejores ejemplos de fabricante de bicicletas de nueva generación con gran éxito. Su crecimiento a través de la atención especializada y de calidad a mercados emergentes específicos como el BTT, triatlón, etc. la fueron fortaleciendo como empresa y a partir de ahí pudo dar el salto hacia la conquista de una cada vez mayor cuota del mercado general de bicicletas de ocio, así como el de carretera y competición. Pero a mí personalmente me interesan más algunos detalles de la biografía personal de Sinyard que me han hecho descubrir lo cerca que me siento de él en varias formas de entender el placer del ciclismo.
De pequeño se inició en el disfrute del pedaleo libre y jugado con una bicicleta de chica, con la cual pronto empezó a buscar, con sus amigos, territorios no urbanizados en los que jugar a hacer cabriolas, superar obstáculos y practicar una especie de “cross” no motorizado. Resulta que mi primera bicicleta fue un regalo de los Reyes Magos cuando yo era aún un niño. Una GAC de aquellas plegables de entonces. Llegó nuevecita, blanca, con aquel manillar en “uve”, carterita de herramientas, bomba, luces, guardabarros, trasportín… de todo. Así se mantuvo cierto tiempo mientras la utilizaba mucho por los alrededores de casa y por el colegio. En ocasiones fantaseaba con que conducía una Harley-Davidson Electra Glide de aquellas de policía completamente equipadas. Pero pronto el territorio de exploración se fue ampliando con mis amigos y empezamos a disfrutar de los polígonos de nueva construcción de la ciudad, del barro, de las dunas de tierra, etc. La bicicleta acabó siendo aligerada al máximo y convertida en una máquina minimalista de la que desapareció todo excepto lo imprescindible: frenos y pedales. Ahora me doy cuenta de que la convertí en una especie de “Clunker” en la versión poco evolucionada de los de Colorado.
Specialized “Sequoia” (primera versión, años 80). Imagen: junkyardbike.bikeforums.net)
Cuenta Sinyard que su padre, entre otras cosas, se dedicó mucho tiempo a recoger o comprar lotes de bicicletas viejas y estropeadas para trabajar sobre ellas recuperándolas y poniéndolas a punto para luego revenderlas. Él, que siempre siguió las actividades de su padre muy de cerca, aprendió el oficio y lo replicó de joven durante los años 1969 y 1970. Al poco tiempo viajó por Europa buscándose la vida, trabajando como mecánico y conociendo parte de los entresijos de la industria en Italia y en Holanda, para regresar convertido en un modesto importador de material italiano. Más tarde amplió el negocio con el desarrollo de neumáticos en acuerdo con fabricantes nipones, y finalmente, se lanzó a por las bicicletas. En lo que a mí respecta, jamás he tenido vocación ni ganas de introducirme en el mundo de los componentes ciclistas como negocio propio. Sin embargo, sí que tengo una clara afición vocacional en eso de recuperar bicicletas muertas o malheridas y rejuvenecerlas para la vida activa. A ser posible con una funcionalidad y estética renovadas y acordes con lo que cada bicicleta me transmite. Así empecé con mis restauraciones, y así acabé en el mundo ciclista retro, y escribiendo esta especie de reportajes.
Otra versión de la “Sequoia” (1992). (Imagen: bikeindex.org).
Para profundizar aún más en esta sintonía que afirmo haber detectado entre la manera de interpretar el ciclismo personal por parte de Sinyard y la mía, he de hablar de algunas bicicletas Specialized (aparte de toda su histórica y actual gama de BTTs) a las que él mismo, en algunas declaraciones o entrevistas, ha prestado especial atención o ha otorgado más importancia. La primera de ellas es la Rock Combo. Se trataba de una bicicleta de montaña con ligeras variaciones angulares en el cuadro y un manillar de carretera con las manetas del cambio colocadas en los extremos del manillar, al estilo de las de ciclo-cross. La bicicleta, sacada al mercado en el año 1989, pudiera ser calificada como la primera “Gravel” de vocación. Personalmente no recordaba la existencia de este modelo, aunque siempre he compartido y asumido el actual concepto “Gravel” como parte de mi esencia ciclista. Prueba de ello es que en mi viaje por Inglaterra y Gales, hace ya más de 25 años, mi Razesa de carretera iba equipada con neumáticos de ciclo-cross. También el hecho de que una de mis primeras restauraciones haya sido la recuperación de una vieja Specialized Hardrock de 1990, transformándola en una bicicleta de corredor “para todo” (viajes incluidos), a costa de colocarla un manillar de corredor.

La filosofía personal de nuestro personaje ya se dejó ver en el primer modelo que su marca sacó al mercado: la “Sequoia”. Se trataba de una bicicleta de carretera de acero, con las roscas necesarias para poder ser equipada al gusto para viajes, y con una combinación de desarrollos pensados para terribles ascensos o simples subidas con carga. Aquello no dejaba de ser una “afiliación” al concepto francés de bicicletas “randonneur” o al estilo británico de cicloturismo, pero al fin y al cabo, al que yo llevo adhiriéndome desde hace décadas con mis Dawes (la actual y el tándem) y las restauraciones de la Peugeot PX 11 o mi Razesa de toda la vida (actualmente con triple plato). La “Sequoia”, en versiones actualizadas de su concepto original, ha seguido reapareciendo en los catálogos de Specialized desde su nacimiento hasta la nuestros días.

 
Specialized “Expedition”. (Imagen: crankbased.blogspot.com)
El tercer modelo sobre el que el alma mater de Specialized hace hincapié, cuando se confiesa con respecto a su ciclismo preferido, es el “Expedition”. En realidad es prácticamente el mismo concepto que el “Sequoia” pero algo más viajero, en el sentido de presentarse aún más equipado y con frenos cantiléver desde su versión original. Al igual que otros, ha ido siendo “recuperado” en el catálogo a lo largo del tiempo, con las lógicas adaptaciones a las nuevas tendencias, pero en el fondo representa la bicicleta de viaje que tan difícil resultaba conseguir (y aún cuesta lo suyo, y se logran con bastantes restricciones de variedad) en nuestro país. Aquí los fabricantes e importadores se han empeñado en que no somos una sociedad deseosa de viajar en bicicleta y casi han acabado haciendo que así sea (una versión ciclista de la teoría de la “espiral de la mentira” de la opinión pública).


Cómo no podía ser de otro modo, siguiendo la trayectoria apuntada, una vez bien asentado también en el mercado de la ruta pura y dura, Specialized se atrevió con un concepto de bicicleta de carretera cómoda pero sin prescindir del máximo nivel de calidad de construcción y componentes. Así nació su reciente concepto Roubaix, que filosóficamente se podría resumir en: ¿por qué vamos a tener que sufrir problemas de postura e incomodidad agresiva para hacer miles de kilómetros a nuestro ritmo (sea este bajo, medio o alto)?. La solución vino de la mano de la geometría, y la decisión redujo enormemente problemas de dolores de diferentes zonas de la espalda, muñecas, cervicales, etc. ¡No todos somos triatletas en activo o contrarrelojistas!. El concepto ahora se ha extendido a muchos fabricantes, conscientes todos ellos de que el mercado va cumpliendo años y de que la longevidad de los aficionados avanza a pasos agigantados. Así pues, repasando la historia de la BTT, me encontré con una entrevista a Mike Sinyard, y en un momento me percaté de cuánta filosofía y predilecciones ciclistas comunes compartimos.

Catálogo de la “Expedition”. (Imagen: crankbased.blogspot.com).

Para hacer efecto zoom y centrar un poco la vista en España, he de introducir otra pequeña cuña autobiográfica. En 1982 me fui a vivir a Madrid para estudiar en su INEF. En aquel momento, mis principales preferencias deportivas eran, aproximadamente por este orden de predilección, el esquí alpino, el baloncesto, las palas, el “skateboarding”, el “slot” (“Scalextric”), la montaña… al igual que ahora (y siempre) disfrutaba bajo un planteamiento claramente multidisciplinar. Pese a que en aquella época la bicicleta no parecía tener cabida, enseguida me re-encontré con ella. Resulta que durante el verano, eran muchas las noches que saliendo por ahí de farra, acababa regresando a casa en una bicicleta prestada de mi amigo Javi, que al día siguiente le devolvía en la playa. Se trataba de una bici de chica, de aquellas de doble barra diagonal, con doble plato y cinco coronas, y equipada como para cicloturismo. Por aquella época había muchísimas así y era, prácticamente, lo más parecido que uno pudiera pensar en utilizar si pretendía disfrutar de una máquina para viajes en España (todavía no acabo de entender porque la industria del ramo sí lo “veía” en versión femenina y no en masculina). De hecho, aquellos primeros años universitarios los pasé pensando con decisión que en algún momento me tenía que comprar una buena bicicleta de aquel tipo para utilizarla como transporte personal y, de paso, como vehículo para futuros viajes con alforjas. Y entonces vino José Luís Algarra al INEF y nos encandiló a todos con su discurso ciclo-cultural y con su apasionante modo de concebir los viajes en bicicleta, convenciéndonos además de que, sin duda alguna, puestos a adquirir una bicicleta para casi todo (viajes incluidos), aquella debía ser un modelo de carretera (“masculina”). Todo ello sucedía en los primeros años ochenta, y el INEF era un escenario en el que las últimas tendencias deportivas formales y alternativas se paseaban sin pudor y con soltura. Digo esto para explicar que pese a ello, la Mountain Bike no estaba presente entre nosotros. Sí los primeros manillares y acoples de triatlón (antes de que lo utilizara Greg Lemond en el Tour), pero no la MTB. Por otro lado, cada verano, cuando regresaba al norte de vacaciones y me topaba con el tal Javi, siempre andábamos planeando un proyecto que finalmente nunca realizamos por falta de material específico. Pretendíamos subir con dos BMX en el teleférico de Fuente Dé, para realizar todo el descenso de la pista de Áliva hasta Espinama. Pero claro, no teníamos dos chavalines a los que pedir las bicicletas y no era cosa de comprarnos unas tan específicas a las que luego no volveríamos a sacar partido. ¡Y entonces fue cuando apareció en el mercado nacional la BH Running Bull! Aquella especie de BMX para mayores me encandiló. A falta de haber visto jamás aún una verdadera BTT ese modelo me pareció una opción casi perfecta. Al final Algarra y su visión me sedujo más y afortunadamente (eso lo digo ahora), acabé comprándome la Razesa de carretera que con sus roscas de horquillas me ha dado muchísimo juego el resto de mi vida, y aún me lo sigue dando.

BH “Running Bull”. (Imagen: bicinova2.blogspot.com).
La primera MTB que pude llegar a ver fue alguna de las que Juanma Montero (alumno de algunos cursos inferiores al mío en el INEF) utilizaba de vez en cuando y provenían de Gran Bretaña. Aquel chaval era un auténtico espectáculo del “free-style” con sus bicicletas pequeñas. Pero con las más grandes no se quedaba corto y además demostraba las posibilidades del entorno natural (poquitos años después aparecería rodando un episodio de “Al filo de lo imposible”, dedicado al BTT).
En lo que mí respecta, fue acabar la carrera, en 1987, regresar a Santander, y empezar a ver las primeras MTB en las revistas especializadas que por aquel entonces empezaron a proliferar. No exagero nada. De hecho, la que más hincapié puso en el fenómeno MTB fue “Bicisport” cuyo primer número data de abril de 1989 (aún lo conservo). No me atrevo a confirmar qué fabricante fue el primero en comercializar una BTT nacional. BH afirma que ellos, algo que no le discuten los “grandes”, pero Otero también “andaba por ahí”, y cuando hablé con el dueño de la desaparecida Vipch, él me aseguró que ellos lo hicieron antes que ningún otro. Me da lo mismo, no es algo que me importe.
Tras estos datos, mi mirada se hace un poco más micro y se centra en lo que pasó en Cantabria puesto que era donde volví a residir de forma permanente. Allí un día me presentaron a un señor que sospecho que debió ser el primera persona de mi región en poseer una BTT. De hecho tenía dos. Resulta que tras adquirir una Otero, disfrutó tanto de sus primeras experiencias que acabó comprándose una Peugeot de mayor calidad, dejando la primera como bici de pruebas para invitar a posibles candidatos a descubrir la práctica del ciclismo de montaña. Y yo fui una de sus primeras “víctimas”. Me llevó de excursión y me lo pasé tan bien que inmediatamente decidí comprarme una ese verano, en cuanto regresara de un viaje cicloturista por el Benelux, de un mes de duración. Era la primavera de 1989. A todo esto yo iba manteniendo al corriente a mi hermano Guti de los pasos a dar y del acierto tan evidente que era comprarse una BTT. Y le persuadí tanto, que antes de irme de viaje apareció con una MBK gris y fucsia que me pareció espectacular. Así que, incluso antes de partir, me fui a la tienda y adquirí otra igualita, aún a sabiendas de que su estreno tendría que esperar a mi regreso. Aquellas bicicletas eran aún de la hornada de las que llevaban las palancas de cambio más simples, con recorrido de ida y vuelta, y ubicación por encima de la barra del manillar. El freno trasero era de los denominados U-brake, un concepto que en aquella época aún se estilaba bastante.

Probablemente el primer usuario de una MTB en Cantabria, y la persona que me invitó a probar una.
 

Lo de la tienda en cuestión también es importante. Se llamaba Ciclolinea y fue puesta en marcha por Javier Manrique. Pese a que él proviniera del ciclismo de competición de carretera, desde un principio intuyó antes que nadie lo que la BTT iba a suponer para la industria y el mercado de la bicicleta, y apostó por ella sin remilgos. Al principio distribuyendo marcas como Specialized y MBK, e inmediatamente organizando excursiones de uno o varios días, como si de un club deportivo se tratase. Aquellas salidas se convirtieron en el foco dinamizador del Mountain Bike en Cantabria y sirvieron para el desarrollo de la primera y reducida comunidad de ciclistas de montaña, en la cual tanto mi hermano Guti como yo nos integramos de inmediato. Como añadido, con aquellos amigos más cercanos, también planeábamos nuestras propias rutas, destacando una de varios días, que informalmente llamábamos la “clásica de septiembre”. Gracias a la BTT y a los obsoletos mapas del ejército de escala 1:50.000 y los primeros del IGN de 1:25.000, empezamos a re-descubrir nuestro territorio buscando camberas, senderos y pistas que nos permitieran enlazar recorridos más o menos ciclables. Recuerdo que una de las primeras excursiones en las que estrenamos nuestras bicicletas Guti y yo, fue el descenso de la Calzada Montaña de Pesquera, una delicada “trialera” que nos convenció de la robustez y eficacia de nuestras bicicletas.


   Volviendo a poner la atención en Madrid, y rebobinando un poco en el tiempo, hay que señalar la existencia de una organización que fue pionera en el desarrollo de la práctica del MTB. Me refiero al Club K&K, fundado en 1973 y que, aunque inicialmente centrado en actividades de motor en terreno natural, en el año 1980 organizó el segundo “trialsín” celebrado en España (y en el mundo). Esta entidad cobra mucho interés para nuestra historia porque en 1984 sacó adelante la primera edición del “Rally Kaktus”, una prueba de todo terreno de varios días de duración para bicicletas. La carrera, a lo largo de sus primeras ediciones, osciló entre tres y cinco jornadas y llegó a alcanzar los 560 km de recorrido. Inicialmente se disputaba sobre bicicletas de BMX, en muchas ocasiones preparadas (tal como hicieran antes aquellos “Clunkers” californianos), hasta que en el año 1988 debutaron en ella las BTT. El mítico evento continuó celebrándose ininterrumpidamente hasta 1993 y nosotros tomamos parte en él en la caótica edición de 1990. Para ello compusimos un equipo de pardillos en el que figurábamos Guti, Tonino, Fernando “el Lechuga” y yo mismo, que nos retiramos en la segunda jornada, tras protagonizar una auténtica aventura de la cual aún recordamos anécdotas surrealistas.

 

Una BMX participante en el “Rally Kaktus”. Detalles interesantes son: focos, triple plato, desviador de cambio trasero, dos portabidones… (“Clunker made in Spain”)

  
Un año antes (devolviendo la mirada de nuevo a Cantabria), se había celebrado en la estación invernal de Alto Campoo una carrera en el formato convencional de BTT en la que tomaron parte algunas figuras destacadas de la escena nacional, tanto provenientes del ámbito “off-road” (por ejemplo Juanma Montero), como del ciclismo tradicional (el corredor de ciclo-cross Sala). La atracción principal, sin lugar a dudas, fue la presencia de Mike Kloser, campeón del mundo de la especialidad poco tiempo antes.
Alto Campoo 1989, Juanma Montero defendiendo los colores de Otero.

La comunidad regional de “mountainbikers” se iba ampliando, y gracias a ello fuimos incorporando más y más amistades, además de entablar nuevas relaciones deportivas con gente que hasta ese momento desconocíamos y que, gracias a la modalidad en auge, pasaron a engrosar nuestra plantilla de conocidos. Voy a prescindir de dar nombres porque la lista sería demasiado amplia y aún así correría el riesgo de dejar fuera de la misma, y sin querer, a gente que estimo. Pero hay tres personas que si debo mencionar aunque sea fugazmente: Lanti porque sin ser un amigo procedente de nuestros círculos habituales, se convirtió en un  activo enlace con muchos otros practicantes. Con el tiempo hasta ha acabado montando una empresa de servicios relacionados con la BTT. Gloria, porque desde el principio ha sido el principal exponente del ciclismo de montaña femenino en Cantabria. Y Cano, porque quizás fuera el primero que publicó una guía de rutas o excursiones por la región.
Desde entonces, del despertar de los años noventa hasta ahora (momento en el que la desmesura participativa en los “10.000 del Soplao” se ha convertido en todo un fenómeno sociológico), han pasado muchas cosas a todos los niveles: técnico, humano, sub-cultural, deportivo, organizativo, etc. Pero eso ya desborda mis intenciones narrativas y diluye enormemente mi interés, así que prescindo de atenderlo.
Mike Kloser en Alto Campoo 1989.

En el movimiento de ciclismo “vintage”, la bicicleta de montaña no está admitida. Ni en los eventos denominados “retro”, que tienden a centrarse en bicicletas de tipo de carreras y emulan pruebas deportivas, ni tampoco en los “de época” (como suelen denominarse los “tweed rides” o las concentraciones de bicicletas clásicas). La cuestión no es sólo que sus características no encajen con lo que decretan los reglamentos, sino que expresamente se prohíbe la participación con bicicletas de montaña, sean estas de la edad que sean. Se huye de su concepto y de su imagen. A mí no me parece mal, aunque no entro en valorar en si es justo o no. Por edad, prácticamente la totalidad de las bicicletas de montaña viejas que puedan haber sobrevivido en España estarían fuera directamente, porque serán posteriores o 1987 (y desde luego 1984). Sin embargo, ya hemos visto que fabricadas en serie las ha habido en los EEUU desde 1980, y prototipos de tirada muy limitada años antes. Pero insisto, todo eso da igual, ya que se trata claramente de un veto mucho más conceptual que cronológico y creo que puedo sugerir algunas posibles explicaciones del porqué no es considerada como bicicleta retro:
Para empezar, se diferencia claramente de otros tipos de bicicletas. Y esa imagen distintiva representa tiempos modernos y no asociada en absoluto con la épica competitiva de la carretera. Ni con los grandes campeones de antaño, ni con las carreras más populares o grandes vueltas, ni con los equipos, ni con nada de toda esa mitología deportiva que adorna el ciclismo retro deportivo.
Por otro lado, el Mountain Bike llegó tarde a España. Desembarcó por aquí a finales de los 80, cuando varias novedades tecnológicas significativas (esas que claramente tratan de diferenciar en los reglamentos lo que es una bicicleta clásica de lo que no) ya se habían empezado a implantar incluso en las bicicletas de carretera. Y lo hizo con sus llamativos detalles fosforito y todo aquel “libertinaje” estético del que en parte nos avergonzamos un poco ahora. Cuestión de imagen. Además, en cierto modo, la bicicleta de montaña fue la desencadenante de gran parte de la evolución tecnológica moderna en la fabricación de bicicletas: los sistemas de cambio indexado (o sincronizado), la integración ergonómica de los mandos y palancas, una progresiva mirada hacia desarrollos mucho más suaves hasta acabar exportando primero el “micro-drive” y ahora el “compact” hacia la carretera, etc. Hasta cierto punto podría pues considerársela como “culpable” de un cambio tecnológico tan importante que se corresponde, casi fielmente, con el límite técnico entre lo clásico y lo moderno. Y eso no se “perdona” tan fácilmente.

 
DESCENSOS VINTAGE Y CLANDESTINOS
Cómo empezó todo en el mountain bike allá en los psicodélicos 70 de San Francisco
El Repack Downhill:
La primera carrera de descenso de la historia. Sus creadores son los pioneros del deporte, Charlie Kelly y Gary Fisher, quienes unieron sus esfuerzos para crear la primera marca de mountain bikes de la historia, llamada, valga la redundancia, Mountain Bikes. Repack tuvo lugar durante cuatro años, de 1976 a 1979, con sendas reediciones en 1983 y 1984, esta vez homologadas por la NORBA, como los primeros descensos oficiales de la historia. Era diferente a cualquier tipo de competición sobre bici existente en su tiempo. Nació en la contra-cultural California de mediados de los 70, al igual que el skateboarding o el BMX, dando pie a lo que se considera como deportes extremos.

Charlie Kelly, promotor del evento, explica en su sitio web la mejora en la organización de la carrera a lo largo de sus ediciones, como la toma de tiempos de los corredores. Se corrían cinco o seis carreras al año. Las dos últimas temporadas se colocaron en las calles posters psicodélicos y underground para anunciar la carrera, así como premios para los primeros clasificados, y todo esto sin el deber de pagar inscripción.
Los bikers locales estaban enterados del evento, y algunos de ellos podían ser problemáticos debido al abuso de sustancias psicotrópicas del momento (San Francisco en los 70!!), aún así, nunca tuvieron problemas serios ni la polícía apareció por allí en esa carrera ilegal. Los cascos y protecciones no eran obligatorios, tampoco estaban muy en boga por aquel entonces. Afortunadamente, nadie sufrió heridas severas, salvando algún que otro brazo roto.
El circuito de la Repack era una pista usada para practicar motocross, en desuso tras la prohibición de acceso a la zona a los vehículos de motor. Sus medidas eran 450 metros de desnivel en dos millas de recorrido.
 Bici de Alan Bonds
A mediados de los 70 Kelly y Fisher compartían piso. En su casa “ Humbolt House” también vivía Alan Bonds (ganador de la primera edición de la Repack). Los tres eran freakys del mountain bike, antes incluso de que éste existiera. Gary y Alan “tuneaban” bicis, mientras que Charlie promovía el cotarro. También eran compañeros de equipo en el Velo Club Tamalpais, compitiendo en carretera y ciclo-cross con otros compañeros de escuadra como Joe Breeze u Otis Guy. Empezaron a usar bicis singlespeed para moverse por la ciudad, ya que sus bicis italianas de competición (¿Colnago?...) no eran aptas por moverse por las calles. Las laderas de Tamalpais ya estaban trilladas por los integrantes de la banda Larkspur Canyon, otro grupo de bikers, así que empezaron a explorar los cortafuegos de Fairfax, donde está la Repack.


En 1974 seis riders se reunieron para su anual pedalada del Día de Acción de Gracias, The Appetite Seminar. La ruta terminaba bajando por el cortafuegos de motocross que acababan de limpiar en Fairfax. Era tan intenso para sus bicis que tras la bajada debían desmontar, limpiar y “remontar” los cojinetes de los frenos de contra pedal, para evitar su deterioro. Así es como empezaron a llamar Repack a la bajada más famosa de la historia del mountain bike.
El descenso no se parece a los circuitos de down hill actuales, aunque todavía sigue siendo competitivo para las bicis de última generación. Tenían que tener mucho coraje para lanzarse cuesta abajo sin freno delantero, confiando en el contrapedal, sacar pies en las curvas, aprovechar el reguero de las frenadas de los riders precedentes, y rezar lo que supiesen para salir ilesos de una bajada escalofriante montando bicis con 30 años a sus espaldas.
Antes de la bajada metían aceite en el buje del freno, cuando llegaban abajo echaban humo y tocarlo hubiera supuesto una quemadura de las serias. En la salida no cogían mucha velocidad, para evitar que la bici se embalara, ya que era imposible frenar con el contra pedal.
En 1974 se acercó un grupo de bikers de Cupertino a una carrera de ciclo-cross en Marin. También ellos empezaban a innovar con el MTB, pero eran más de cross country, y habían instalado cambios a sus viejas Schwinn. A uno de los chicos de Tamalpais (Gary) le gustó la idea y empezó a experimentar con ello.
Charlie recuerda que en 1975 Gary compró en el mercadillo un viejo tandem canibalizado, pero que tenía un enorme y potente freno de tambor. El gurú había vuelto a soltar su prédica y en los meses siguientes los frenos de tambor para tandems fueron los artículos más solicitados en las tiendas de bicis de Marin County.


 Joe Breeze
Los contrapedales empezaban a pasar a la historia, para montar tambores también en la rueda delantera. Las manetas existentes se quedaban escasas para las bajadas tipo Repack, así que Gary empezó a montar las de motos de cross. Por desgracia no se estilaban mucho los frenos delanteros, y eran difíciles de conseguir. Existían Schwinn con rueda de 20 pulgadas y llanta de 28 radios que montaban frenos delanteros, por lo que Gary y los amigos les taladraban cuatro agujeros más al buje para adaptarlas a ruedas de 36 radios.
Las primeras bajadas en el Repack era con todos los corredores a la vez, tipo avalancha, pero el terreno y la agresividad de algunos les llevó a la determinación de bajar de uno en uno, contra el crono, algo más que deberían idear para seguir adelante con su proyecto de mountain bike. Curiosamente, todo esto llevó a lo que hoy en dia la UCI llama DHI, down hill individual.
El 21 de octubre de 1976 se celebró el primer Repack Downhill, con un viejo cronometro de la US Navy comprado de segunda mano. Charlie Kelly tomó los tiempos. Ganó Alan Bonds con un registro de 5:12. Hay que decir que fue el único en no estrellarse en la bajada. Los demás de la pandilla no estaban de acuerdo con el resultado final y querían la revancha. Varios días después, el 26 de octubre, se organizó otra prueba que venció Bob Burrowes (4:50). Se anotaron los resultados y Charlie todavía conserva la primera lista de tiempos de descenso de la historia. A modo de anécdota, se tomaron también los tiempos de los perros de dos de los descenders.



 Alan Bonds

Dos semanas después se convoca la tercera cita. La palabra se ha extendido y llegan otros bikers del área de la bahía a los que no conocen los chicos de Marin. Entre ellos el colectivo Berkeley Trailers Union y los Larkspur Canyon, fervientes defensores del contrapedal, algo obsoleto para el Repack de Fairfax.

 Cronómetros digitales de la Repack. las chapas de cerveza
son para evitar tocar el botón reset por accidente, lo
cual hubiera echado al traste todas las molestias

Pasa un mes y se compran dos cronometros digitales por 70 dólares cada uno. Siguen llegando nuevos bikers y esta vez cuentan con viejos pick up Chevy de 1953 para los remontes. Poco a poco llega 1979 y un equipo de televisión se acerca a filmar la que fue la útlima serie de la Repack. El programa se transmitió a todo el país. Ese día sucedió el accidente más grave, un brazo roto, y el tipo afectado demandó al canal televisivo para sacar tajada, perdió el pleito y Charlie Kelly, mayor promotor de las carreras, decidió cerrar el chiringuito.
 Remonte setentero 

Poco más de 200 personas han participado en alguna de las carreras Repack, la mayoría en las reediciones de los años 80. Nunca fue un espectáculo de masas, no había público, sólo los corredores y los cronometradores. La popularidad que pudiera dar la televisión previno a Charlie de seguir adelante con esa carrera tan underground. 
Aniversario
En 1996 se cumplían 20 años de la primera edición de la Repack. Los nostálgicos antiguos hippies se telefonearon, - oye, tenemos que celebrar el vigésimo aniversario de la carrera, vamos a Fairfax. Charlie no está muy motivado, como se muestra en el artículo que escribió para Bike Rag en el 96. Finalmente se presenta un grupo de incondicionales con sus viejas clunkers, Charlie ha llevado los dos cronometros con las chapas de cerveza. Todavía funcionan. Un par de todos terrenos cargados de rangers del servicio de aguas de Marin, propitario de los terrenos donde se ubica la Repack, vigila para que no se desmadren los peregrinos. Ya son cuarentones, con familias e hipotecas a las espaldas, así que no montan mucho jaleo. Demuestran que siguen en forma y el mejor tiempo de la jornada es un 4:52, a sólo 13 segundos del récord del tito Gary. En total son tres los que bajan de los míticos cinco minutos, esos cuatro y pico que te hacen entrar en la historia de los más grandes de la Repack.


Alan Bonds en la quedada de 1996 con una
de las bicis que se construía en los 70
Fat Tire Flyer
La actividad de Charlie no sólo se basaba en organizar descensos y crear junto a su amigo Gary una empresa de mountain bikes. Fundó con Denise Caramagno la primera publicación sobre MTB, Fat Tire Flyer, la cual duró de 1980 a 1987. Hasta 1985 no hubo en el panorama nada más en cuanto a prensa biker se refiere. Era una publicación de reparto por suscripción, textos escritos a mano por el propio Charlie, dibujos atractivos y fotos cañeras, algo muy moderno y apetecible para ser el antecesor de las actuales revistas del género.




The Appetite Seminar es el primer grupo organizado de mountain bike de la historia. Sus integrantes se reúnen para realizar una ruta de 20 millas que se celebra por los montes de Marin County desde hace 40 años. Es tradicional su encuentro en la fiesta nacional del Día de Acción de Gracias.
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Hoy en día, además de ser un biker asiduo y continuar vivendo en Marin, Charlie tiene una empresa especializada en el transporte de pianos. En su página web lo dice, no le llames si quieres transportar otra cosa, sólo recoge encargos para llevar instrumentos de aquí para allá. Si usted tiene que mover un piano y se lo encuentra, tal vez pueda contratarlo; es que es muy freaky. También toca la guitarra en un grupo de rock, ahí es nada.

Carrera de tandems en Santa Rosa. De izquierda a derecha:
 Joe Breeze, Otis Guy, Charlie Kelly y Victor Pritzker
 Hoja de tiempos de la segunda carrera de 1976  




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